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Aceite de oliva en Hispania: Historia del aceite en la península

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CAP I: El olivo y la humanidad primitiva

Mucho antes de que los hombres supieran escribir, el olivo ya echaba raíces en la tierra. Se han hallado fósiles de hojas de olivo en yacimientos del Plioceno, hace más de 20 millones de años, en lo que hoy es Italia. Sin embargo, el primer contacto del ser humano con el olivo salvaje (Olea europaea sylvestris) ocurrió en la región del Creciente Fértil, en los actuales territorios de Siria, Líbano e Israel.

La domesticación del olivo tuvo lugar aproximadamente hacia el 6000 a.C. en el Levante mediterráneo. Los pueblos que habitaron esta zona descubrieron que del fruto del olivo (la aceituna) podía extraerse una grasa vegetal que, a diferencia de la manteca animal, no requería refrigeración y ofrecía un sabor suave y persistente. Fue una revolución.

Con el tiempo, el aceite se convirtió en algo más que alimento. En Mesopotamia y Egipto se usaba como base de perfumes y ungüentos, como combustible para lámparas, como medicina e incluso en rituales religiosos. El aceite era lujo, salud y espíritu embotellado.

CAP II: El viaje hacia el Occidente

El cultivo del olivo se extendió por las rutas comerciales del Mediterráneo, impulsado por fenicios, griegos y cartagineses. Fue así como, hacia el siglo XI a.C., las primeras plantas de olivo llegaron a las costas del sur de la península ibérica. La tierra y el clima eran ideales: inviernos suaves, veranos secos, suelos calizos. El olivo encontró en Hispania un segundo hogar.

Los primeros olivares en suelo hispano probablemente fueron gestionados por colonias fenicias como Gadir (la actual Cádiz) y por los comerciantes griegos que fundaron Emporion (Empúries). Más tarde, los cartagineses consolidaron las rutas comerciales y el intercambio agrícola.

No obstante, el gran salto ocurrió con la llegada de Roma.

CAP III: Hispania romana y la era del aceite

Conquistada por Roma entre los siglos III y I a.C., Hispania fue rápidamente integrada al sistema político y económico del imperio. Los romanos vieron en esta tierra no solo una fuente de metales preciosos y soldados valientes, sino también un paraíso agrícola. De todas sus riquezas, una se destacó con especial brillo: el aceite de oliva en Hispania.

En la provincia de la Bética —el corazón de la actual Andalucía— se desarrolló una de las industrias oleícolas más avanzadas de la antigüedad. Gracias a su red de caminos, a la mano de obra esclava y a una administración meticulosa, Roma transformó a Hispania en la almazara del imperio.

Las villas romanas béticas no eran simples fincas: eran centros agroindustriales. En ellas se cultivaban vastos olivares y se extraía el aceite en instalaciones llamadas “trapetum”. El proceso era meticuloso: se trituraban las aceitunas, se prensaban las pastas, se decantaba el líquido y finalmente se almacenaba en ánforas para su transporte.

Este aceite era luego enviado a través del río Guadalquivir hacia Hispalis (Sevilla) y desde allí a través del mar hasta Ostia, el puerto de Roma. En la capital del imperio, las ánforas eran vaciadas y apiladas. Hoy, el Monte Testaccio —una colina artificial en Roma compuesta por millones de fragmentos de ánforas béticas— es la evidencia física de esa exportación masiva.

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CAP IV: El aceite de oliva en Hispania y Roma

Para un ciudadano romano, el aceite era omnipresente. En la cocina, en los baños públicos, en los templos, en las calles. Las termas usaban aceite para masajes y limpieza; los sacerdotes ungían estatuas y altares; los médicos lo recetaban para afecciones digestivas, cutáneas y musculares.

El aceite bético tenía fama de ser denso, dorado y de gran calidad. Su uso era tan común que Roma estableció una especie de subsidio: el “annona olei”, mediante el cual se distribuía aceite gratuitamente a los ciudadanos más pobres. Esta logística necesitaba proveedores confiables, y una parte crucial del suministro venía de Hispania.

El aceite de oliva en Hispania, era además, un símbolo de estatus. Las familias ricas compraban aceites especiales con hierbas aromáticas, los comerciantes vendían mezclas sofisticadas y los militares lo llevaban consigo como parte de su equipo.

CAP V: Voces desde la tierra

Aunque los grandes relatos se centran en emperadores y comerciantes, el alma del aceite hispano estaba en sus trabajadores. En los campos de la Bética, esclavos y jornaleros trabajaban de sol a sol durante la recolección. La aceituna debía recogerse en su punto exacto de maduración, ni verde ni pasada, para garantizar la calidad.

En las almazaras, la molienda era una tarea física agotadora, y los turnos se alargaban bajo el calor del sur peninsular. Sin embargo, también había orgullo. Muchos sabían que su producto llegaría a mesas lejanas, que su trabajo formaba parte de un engranaje mayor. En los muros de algunas villas aún se leen inscripciones con nombres de capataces y productores. Testimonios mudos de vidas que giraban en torno a la aceituna.

CAP VI: El declive y la resiliencia

Con la caída del Imperio romano en el siglo V d.C., la red de comercio se desmoronó. Las villas fueron abandonadas o reconvertidas, y muchas almazaras quedaron en ruinas. Sin embargo, el olivo no desapareció. Resiliente por naturaleza, siguió creciendo silvestre, cuidado por campesinos visigodos y más tarde revitalizado por los musulmanes.

Los árabes no solo mantuvieron el cultivo, sino que lo enriquecieron. Introdujeron nuevas variedades, técnicas de riego y prensado más eficientes. Durante Al-Ándalus, el aceite de oliva volvió a ser un bien de consumo habitual, tanto en la gastronomía como en la medicina y la higiene.

Un legado milenario a conservar

Hoy, al contemplar un olivar en el sur de España, uno puede sentir que observa un mapa del tiempo. Cada árbol encierra siglos de historia, de manos que los plantaron, podaron y recolectaron su fruto. El aceite de oliva que hoy usamos en nuestras cocinas no es solo alimento: es la memoria líquida del Aceite de oliva en Hispania.

Hispania fue más que una productora de aceite. Fue el corazón oleícola del mundo antiguo, la región que alimentó el cuerpo y el espíritu de una civilización entera. Y aunque los imperios caen, el olivo permanece.

Quedan muchas historias por contar acerca del aceite en Hispania. De campesinos anónimos, de barcos que cruzaban el Mare Nostrum con ánforas a cuestas, de mercaderes que pregonaban en los foros el aceite de la Bética. Pero todas esas historias, como las ramas de un mismo árbol, nacen de una raíz común: el profundo vínculo entre el ser humano y el olivo.

Ese vínculo, forjado en Hispania hace más de dos mil años, sigue vivo cada vez que una gota de aceite resplandece en un plato.

15 comentarios en “Aceite de oliva en Hispania: Historia del aceite en la península

  1. Alvaro dice:

    ¿El aceite hispano era exportado a Roma? Esto me suena de algo jajaja

  2. Julian Córcoles dice:

    Es sorprendente cómo el aceite de oliva se ha entrelazado con la historia de Hispania.

  3. Mateo Chacon dice:

    Increíble cómo el aceite de oliva ha sobrevivido a través de las eras y civilizaciones. Paseando por olivares, casi puedes oír el eco de la historia. Muy buen artículo.

  4. Isaac Villaverde dice:

    Que interesante.

  5. Jesús Morales dice:

    Muy interesante la historia que nos une con Roma a través del aceite.

    1. Rubén dice:

      Es cierto, la historia del olivo y su aceite es fascinante.

  6. Manu Castillo dice:

    La verdad, siempre disfruto un buen aceite de oliva en mis ensaladas, pero después de leer esto lo veo con otros ojos. Gracias por compartir esta perspectiva tan interesante.

  7. Armengol Josep dice:

    Increíble cómo los romanos valoraban tanto nuestro aceite de oliva hispano. Y pensar que ahora lo tenemos en cualquier supermercado..

    1. Antonio Calvo dice:

      Sí, es curioso cómo de preciado era y ahora lo tenemos tan a mano. Si los romanos nos vieran refinarlo ahora..

  8. José dice:

    Que gran artículo. Nunca me había detenido a pensar en cómo algo tan común en mi cocina ha tenido un viaje tan largo en el tiempo.

    1. Jano dice:

      Totalmente de acuerdo, siempre subestimamos la historia detrás de los elementos cotidianos.

  9. Alicia dice:

    Acabo de terminar de leer este artículo y debo decir que me ha fascinado. Cómo el aceite de oliva ha influenciado tanto la historia de Hispania es simplemente increíble. Es curioso pensar que algo tan cotidiano en nuestra dieta, tiene una historia tan rica y profunda. Me ha hecho apreciar aún más cada gota de aceite que pongo en mis ensaladas. Gran trabajo!

  10. Andrés Arellano dice:

    La verdad es que nunca me había parado a pensar en lo antigua que es la relación entre los humanos y el olivo. Pero lo que más me ha alucinado es cómo Hispania se convirtió en el gran productor de aceite para Roma. Qué tiempos aquellos

  11. Luci dice:

    Me encanta cómo un producto tan cotidiano tiene tanto que contarnos.

    1. Jonathan Jimenez dice:

      Totalmente de acuerdo! Es fascinante cómo algo tan mundano puede tener una historia tan profunda.

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